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Alberto Rodríguez

“Lo bello es el comienzo de lo terrible”

“Lo bello es el comienzo de lo terrible”

El gusto primero está asociado con el sabor y el sabor con la boca. Así que el primer y más elemental gusto es el saboreo, distinto a mascar, a deglutir. Pero hay un gusto más visual, más auditivo, el gusto por los objetos, y entre ellos, en un rincón de la galaxia de los creados por los hombres, las obras de arte.

¿Qué es el gusto estético por una obra que aceptamos que es de arte? Un asunto espinoso, cuyos fundamentos comprensivos fueron esbozados en el siglo XVIII por Joseph Adisson, que explicó el gusto como una facultad para discernir la belleza.

Cuando la belleza definitivamente entró en quiebra, a finales del siglo XIX, el gusto de estirpe dieciochesca se quedó sin piso, sin sobre qué juzgar. Una facultad entonces significaba entender, imaginar o sentir. Cuando Nietzsche en el novecientos anunció la muerte de Dios, lo que de verdad estaba anunciando, era la muerte de la belleza. Con él, la estética se independizó de la filosofía.

El gusto se expresa siempre  a través de juicios. Kant escribe un libro – La crítica del juicio - para explicar la naturaleza de ese juicio originado en lo sensible que carece de carácter lógico y resulta, más bien, sentimental, pero con una especificación definitiva, su contenido particular revela lo universal. Hay que decir que eso fue antes de la revolución francesa, y antes de Sade. Sade pudo haber sido el primero que con su vida y su obra anunció el final de la belleza, de esa belleza de origen griego que se había regodeado durante más de veinte siglos, hasta llegar a ser la belleza romántica, que terminó descomponiéndose mientras las “flores del mal” envenenaban el aroma clásico de la belleza, la disolvían, como se disolvían los leprosos, hasta la primera guerra mundial cuando fue decapitada. Lo que llevó a Rainer María Rilke a exclamar: “lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar”.

El gusto de la era en que ya no hay que juzgar, es el gusto que no deriva de juzgar el patrón, el molde, el corsé del estilo, la norma, “el buen gusto”, el ideal burgués, la perfección académica, el canon. ¿Entonces qué es lo que juzgamos si lo que encontramos en las obras ya no es la desaparecida belleza?

La pregunta por el gusto, es la pregunta por el objeto del gusto. Un gusto que se enuncia siempre como juicio. Así que ponerle la cara al problema del gusto hoy, significa encarar al menos dos preguntas muy gordas: ¿Si el objeto estético ya no es aquel del cual la facultad de juzgar juzga la belleza, qué clase de objeto es? ¿No siendo el juicio del gusto algo puramente emocional (sensible) ni puramente lógico (conceptual) qué clase de juicio es?

Molestias del pensamiento estético, que todavía dan brega a los desocupados, como yo.

1 comentario

Ana María Gómez -

Buenas pregunta que nos desvelan...