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Alberto Rodríguez

PIN PAN PUN

PIN PAN PUN

El Don Abadía, el viejo, padre del Gobernador  Juan Carlos, es un gallero visceral que se mueve con habilidad a la sombra. Le placen dos cosas en la vida: que los animales se maten y el poder.

En 1980 entró al Concejo de Guacarí arropado con el trapo rojo del gallo de López que heredó Virgilio. La historia del Don comienza treinta años atrás, durante los que ha controlando la administración municipal. En 1998 fue a la cárcel por cómplice de Samper en la conspiración. Fue procesado, pagó condena, pero guardó silencio. Nunca dijo más de lo que tenía que decir. Una vez salió, desapareció de la vida pública, no se volvió a dejar ver, en ninguna parte, aprendió a moverse como un fugitivo, como un fantasma. El mito callejero lo describe como un tipo que aparece con un maletín. Durante los últimos cinco años ha puesto los alcaldes. Conserva a su Secretario de Hacienda, en el cargo, desde hace veinte años.

Como un Don responsable con la tradición de la sangre, todo lo que tiene lo maneja con la familia, lo más preciado que se tiene, el valor de la sangre, el emblema de la estirpe. En la dirección de Recursos Humanos de la CVC tiene a su sobrina, Claudia Cardona. A Fabio Navarro – dos veces alcalde de Guacarí – en la Dirección Ambiental de la misma. A Diego Cardona, su otro sobrino, en la Secretaría de Deportes y a Elber Navarro, congresista destituido, en la Secretaria de Educación Departamental. A su hijo, Juan Carlos,  lo tiene de Gobernador del Departamento. Y la electora del Valle – la Palin colombiana – exitosa congresista del partido de la U, es su prima. El filósofo de la familia es Juan Carlos Martínez, su ahijado, a quien puso como Senador del MPU,  y se dejó coger. Hoy tras las rejas, por alianza con HH, el jefe paramilitar de la zona,  a quien pidió asesoría para mercadeo electoral. Quería algunos votos que respaldaran su aspiración al Congreso. HH se la dio y así se hizo Senador, célebre porque pasaba por el doble de Nene Doc, cuando era joven y bello.

El Don Abadía es un experto, en lo que técnicamente se llama, “modelos fluidos de transición de movimiento”. En 1990 fundó el MPU (su primer movimiento). El MPU avaló a Eleonora Pineda y a Miguel de la Espriella, ambos condenados por vínculos con los paras. Cuando se le fundió la MPU, inventó el EC (Equipo Colombia), luego fue la CC (Convergencia Ciudadana), con el Senador Gil, que desapareció porque todos sus congresistas terminaron en la cárcel. Entonces apareció el ADN, y cuando se lo fundieron, inventó el PIN, su quinto movimiento. El Don apacible.    

Hoy el Don está, como a finales de siglo, en el ojo de la tormenta. Al PIN se la cayó la N, y quedó al descubierto, lo de atrás, una larga M, de maletín. Lo acusan las agencias estatales y los miembros de todos los otros partidos de haber comprado elecciones. De haber movido todas las fichas, el maletín, como el Ajedrecista, hasta subir su votación regional a Senado en un 320%, y la de Cámara en un 122%. Tuvo las primeras votaciones en 19 municipios. Aumentó su votación regional en 222%. En Andalucía la votación se elevó 12000%, y en Restrepo 5397%.

El ideólogo del PIN, es un tal Samuel Arrieta, ex mamerto de poca monta, con veleidades guerilleristas, que hace el trabajo político de relaciones, que el Don, desde su pueblo, no podría hacer. El mismo que notificó a todos los otros candidatos a la Presidencia, que si nadie quiere sus votos, darán la orden de que todos los miembros del PIN, voten en blanco. Fue él quien orientó el apoyo del PIN a Uribito, implicando al Gobernador a hacer política con los alcaldes. Pero Uribito perdió, el único que los quería. Él que nunca tuvo escrúpulos para considerarlos buenos socios. ¿Pero por qué habría de tenerlos si fue él el cerebro de AIS?  

Blanco, un bonito color, como el del talco, es lo que promete el PIN, si a nadie le sirven sus votos, que tanto ha costado conseguir al ingenio y la paciencia a la sombra, del Don, que después de haber sufrido los rigores intimidantes de la prisión, regresó convertido en un fantasma electoral.

El día de las elecciones en Guacarí, el Don  apareció en la plaza, vestido de blanco, para dejar ver que nunca antes había estado tan vivo. A las tres y media de la tarde se le acabó el efectivo.     

 

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