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Alberto Rodríguez

Del campo de concentración a París

Del campo de concentración a París

Ingrid Betancourt: 850.000 entradas en Google.

El retorno de Ingrid a la libertad, tras seis pre históricos años en un campo de concentración de las Farc, la ha llevado en Francia a convertirse en pocos días en un icono de la lucha contra el terrorismo. Ingrid en manos de los franceses es un símbolo mediático y como tal explotable. Fue rescatada en un “operativo perfecto” como lo calificó ella misma. Hollywood se ha apresurado a negociar los derechos para rodar la historia. Toda una película.

Descendió del avión militar como un ángel cautivo, casi virginal, con el pelo recogido como las madonas niñas, y en la mirada el aire de agradecimiento, venía con el camuflado del Ejército, y así vestida se presentó a la rueda de prensa, en la que Monseñor Uribe entrevistó a los rescatados colombianos para todos los televidentes. Al fin y al cabo por cuenta de Ingrid, más que de Uribe, los farcistas han sufrido el más duro golpe desde la muerte de Reyes.

Un icono diseñado tras sus largos seis años de secuestro, por el aparato francés de Estado y sus medios. Ingrid aparece en todos los kioscos de prensa en Paris. Giscard le besa las manos, Sarkozy y su cantante la reciben en privado, Zapatero la busca, el Papa la aguarda, el Secretario General de la ONU se entrevista con ella, se muestra con Juanes y Bosé en la tarima del Trocadero. Sus viejos amores de academia francesa, su vida en el Instituto Po, su condición de hija de embajador y de reina benefactora, su dichosa juventud en París, todo de alguna manera conspira para que el reencuentro con sus dos hijos, con lo que ama, el lugar donde se hizo y en donde fue adoptada como ciudadana, la retengan en Europa.

Ingrid siempre ha reflejado menos edad que la que tiene. Ahora al borde de los cincuenta, tras una “aventura” que necesariamente le cambió la vida, tendría unas prioridades de carácter privado: rehacerse en el seno de su familia, reconstruirse tras el cautiverio en y por el mundo de sus afectos. El tiempo perdido se perdió, nada permitirá recuperarlo. Pero al borde de los cincuenta, más allá de los horizontes comprometidos: luchar por el rescate de todos los secuestrados, tiene un compromiso más cotidiano, más doméstico, menos heroico, saber quiénes son sus hijos, que fue de su madre, qué de su primer marido al que “adora”, y qué del pobre Lecompte, que siempre le llevó las maletas, y ahora pasó a la categoría de amigo de la casa.

Monseñor Uribe, quién sabe ayudado por quiénes, qué sesudas inteligencias, qué asesorías en operaciones de élite, ensambló el guión para un rescate, que los farcistas dicen que fue una “traición”. Y si lo fue, como si no lo fue, es porque los golpes militares, sumados a los golpes de inteligencia, han reducido a las FARC a su auténtica condición: bandas errantes de insurgentes lumpenizados por el mercado de la droga, sin unidad de mando ni comunicación privilegiada. Ya Joaquín Villalobos, advirtió desde su columna, que ahora el problema en Colombia es cómo tratar con las bandas criminales desbandadas, las condiciones para el post conflicto. Recuerda que en El Salvador, resolvieron el conflicto, pero fracasaron administrando el post conflicto.

Ingrid ha reunido un equipo profesional, o mejor, se lo han reunido para que la asesore en su futuro político. Y el Comité le ha dicho que el programa a seguir tiene un objetivo claro: el premio Nóbel de la paz. Así la ponemos a la altura de Mandela, la Madre Teresa, Pérez Esquivel y Rigoberta Menchú, por gracia de las negociaciones extraoficiales de Sarkozy y de los efectos medáiticos. Y con un premio en la mano, su tarea de luchar por los secuestrados, los retenidos, los vendidos, los traficados en el mundo, le dará más fuerza, más presencia y más eficacia, que venir a inventarse un partido para ir a las elecciones del 2010, o ser la candidata de un frente de oposición anti uribista, armado por acuerdos entre los Gaviria.

Quienes calculan que Ingrid es la única pieza que modifica el tedioso mapa electoral que vaticina la segunda reelección de Uribe, no se equivocan. Ella, investida de toda la autoridad moral, la de sobreviviente, con toda la recarga francesa, como un icono, está en condiciones de modificar – hoy con una popularidad igual a la de Uribe – el mapa. Pero se equivocan si creen que esa opción histórica, que pondría a todas las fuerzas políticas a girar en la órbita que marque, es necesariamente la única y la más importante para ella.

Ingrid ha dejado de pertenecerse, no sé qué tanto, ahora se pertenece a una causa a la que ella con su tragedia la da el vigor y la credibilidad suficiente, como para tenerla honradamente ocupada durante la próxima década.

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