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Alberto Rodríguez

Sí hay muerto malo

Sí hay muerto malo

Dicen que no es bueno alegrarse de la muerte de nadie. Posiblemente sea cierto. Aunque de la de Víctor Julio Suarez Rojas para nada nos entristecemos. Un campesino cundinamarqués que desde los 16 años se fue a buscar a las Farc a la tierra de Juan de la Cruz Varela. Comenzó desde abajo hasta llegar a  ser el jefe militar, el que imponía la táctica de guerra contra la sociedad colombiana, del cartel rojo. Tenía gustos de mafioso: exhibirse como el mejor jinete a lomo de un caballo de paso de 60.000 dólares, atragantarse de paella hecha en los campamentos, ser probador oficial de las milicianas y llevar un reloj rolex en la mano izquierda, avaluado en 13.000 dólares. Era un señor de la guerra, déspota, osado, a quien la diabetes se los estaba tragando. Terminó viviendo como una rata cebada, en agujeros bajo tierra, entre paredones de concreto, surcados por laberintos húmedos y sin aire. Murió enterrado por las bombas enemigas en el subsuelo de su cruzada.

El Santo dijo que había caído el “símbolo del terror”. Me pregunto, de ser cierto, qué podría ser de las Farc sin el símbolo. Con la muerte de el negro Tomás, les quebraron la red comercial, con la muerte de Reyes les quebraron la diplomacia, con la muerte de Jojoy, les quebraron la guerra. Falta Cano,   el animal político-militar aislado, el acosado, víctima de la soledad. Los otros están en Venezuela. El Santo les dijo: vamos por ustedes. Bonita “operación bienvenida” la que lo puso en el 90% de popularidad, con la que pudo jactarse cómodamente en la sesión plenaria de Naciones Unidas, la que le dio para hacerle chiste en un relativo buen inglés a Obama. Y la que políticamente lo hace más fuerte ante Uribe.

La historia es esta: en una comunicación de la guerrilla, la inteligencia se enteró del pedido de un “calzado especial” para el camarada. La diabetes le había llagado a los pies. Así que le prepararon uno especial, le introdujeron en un tacón, perfectamente camuflado, un GPS,  que estuvo enviando señales de ubicación hasta el bombardeo. El lunes, una vez detectado, le hicieron el primer ataque con bombas inteligentes, pero Jojoy más inteligente se les fugó. En el ataque del miércoles a la madrugada, lo sorprendieron a las dos treinta de la madrugada, mientras revisaba unos papeles, y con una carga vertical de bombas inteligentes, lo sepultaron en su propio bunker.

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