¿Quién mató a Cesárea Tinajero?
Revisemos los hechos que llevaron a la muerte de Cesárea Tinajero, el primero de febrero de 1976 en el desierto de Sonora: Ulises Lima, Arturo Belano, el poeta García Madero, Lupe y Cesárea Tinajero viajan en el auto. Lupe venía haciéndose perseguir desde que salieron del DF, la noche de año nuevo en el Impala de Quin Font, por Alberto su padrote. Cuando al fin se encontraron, tras varias evasiones, y de repente, en mitad del desierto, Belano le dijo a Alberto: “ahí están, buey, son todos tuyos”, platicando en la carretera a mitad de distancia entre los dos autos. Pero antes de que el padrote avanzara, Belano se le fue encima. Alberto sacó el revolver, Belano su cuchillo y anticipándose al disparo se lo enterró en el pecho. Lima se lanza sobre ellos, García Madero – desde el auto y abrazado a Lupe - ve cómo dan vueltas hasta quedar al borde del camino. El policía - encima de Ulises – todavía vivo, apuntándole con el arma a la cabeza. Entonces vio salir del fondo del desierto la masa rotunda de Cesárea que corrió hasta ellos para derrumbárseles encima. Se escucharon dos disparos. Salí del auto, Lupe se quedó, me costó separar los cuerpos. Todos estaban manchados de sangre, pero sólo Cesárea estaba muerta. Alberto tiene una herida en el abdomen y Lima otra en un brazo.
Fue la caída de Cesárea la que precipitó los disparos. Una hipótesis es que el arma todavía la tuviera Alberto. En ese caso fue él quien mató a Cesárea. Pero cómo explicar que hubiera tenido tiempo, herido de cuchillada, de darle un segundo tiro a Ulises en el brazo. Pero la hipótesis naufraga, no solo por tal inconsistencia, sino porque si no se hicieron sino dos disparos, Alberto no habría salido herido. La otra hipótesis es que Lima le hubiera arrebatado el arma y disparado contra él y luego contra Cesárea. Pero tampoco se sostiene. ¿Podría ser que toda la búsqueda de los visceralistas no tuviera más fin que un ajuste de cuentas? Después de la muerte de Cesárea, nadie se lamentó. Ulises Lima no hubiera atentado contra sí mismo. Lo que significa que no pudo haber sido él quien la mató. La otra hipótesis, es que hubiera sido la misma Tinajero quien le arrebató el revolver a Alberto. Y bien hubiera podido tener motivos para deshacerse de sí misma, pero la urgencia era zafarse del padrote, policía del DF; así que tomó por la fuerza el arma, la devolvió contra él y disparó. Pero aún la tercera, los hechos no se ajustan. Cesárea debería haber tomado el arma y disparado contra el padrote y luego contra Ulises, que ha venido a dar con ella, a donde ella no quería que dieran con ella. Para de tal modo haber salido viva.
Belano se había ido de corresponsal al África, para hacerse matar, como quien se enrola en la legión extranjera por una pena de amor. Igual que el gringo viejo de Ambrose Bierce, que va a meterse a la revolución mexicana, convencido de estar ingresando a un rito eutanásico.
Así las cosas, una última hipótesis: uno de los dos disparos que escuchó el poeta García Madero, tuvo un doble efecto: mató a Cesárea e hirió a Ulises, o mató a Cesárea e hirió a Alberto, o hirió a Ulises y Alberto, en el borbollón de cuerpos sobre la carretera en medio del desierto. ¿Y si el poeta García Madero no escuchó el tercer disparo?
El final de los Detectives incurre en una indelicadeza. La de hacer aparecer viva a Cesárea Tinajero. Una mole adiposa de espalda acorazada, con más de sesenta años, que los recibe en su casa sin hacer preguntas. Los “detectives salvajes” hicieron un buen trabajo. Pero Cesárea ya estaba muerta, tal vez pocos años atrás. Y si estaba muerta en vida, entonces vinieron a que la estridentista mayor muriera en brazos de los real visceralistas. O, como se estila suponer para salvar las circunstancias. Que los real visceralistas fueron a buscar a un muerto, tan muerto como el de Páramo. Pero al mismo tiempo un fantasma tan real, que es capaz de aparecerse a la hora del almuerzo.
¿Quién mató a Cesárea Tinajero?
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