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Alberto Rodríguez

A la muerte de la Mama Grande

A la muerte de la Mama Grande

A Fidel Castro le debió pasar lo mismo que a Leonard Cohen. No vieron vida más allá de Donald Trump. Difícil decir algo distinto a lo que ya se ha dicho en todos los medios. Difícil salirse del lugar común para decir algo a la muerte de la Mama Grande.

Más bien veamos qué dijeron otros.

Obama dijo que la historia registra y va a juzgar el impacto de la figura de Fidel. No declara, lo que declararía Maduro, que la historia lo absolverá.

Santos dice que agradece que al final de su vida haya reconocido que la lucha armada no es el camino. ¿Desde cuándo Fidel dejó de creer en la vía armada para la liberación de otros países? Santos al invocarlo, hace que Fidel le dé la razón.  

Putin dijo que Fidel es un símbolo de una era. Le faltó decir que de una era que terminó, de una era pasada que trajo más desastre que beneficio, que no encontró la productividad de su modelo, que no se hizo competitiva, que colapsó, como una estrella blanca que se apaga. Una era que la misma Rusia, y la misma China, se encargaron de sepultar. Fue un amigo sincero de Rusia, más que Rusia de los cubanos, digo yo.

Nicolasito dijo con la sabiduría que le es propia, que Fidel es inmortal, o más exactamente, que va a la inmortalidad. Y que los revolucionarios en el mundo deben retomar su legado. ¿Cuáles revoluciones, Nicolás? ¿La de Chávez, la tuya, la de Diosdado? El legado de Fidel se puede resumir en: patria o muerte.

Xi jinping en un acto de magia china adivina que Fidel no morirá. El cuerpo perdió sus funciones, pero el cuerpo se puede embalsamar. El consejo chino lo recomendó con anticipación, Fidel se debería momificar como Lenin y Mao. Igual que Putin, dijo que se perdió un camarada. Tal vez ellos puedan decir: el último de los comunistas.

Trump dijo sin rodeos que el muerto había sido un “dictador brutal”. Mientras en la Pequeña Habana la gente del exilio cubano, cuarta o quinta generación, había armado un carnaval, donde se bailaban la muerte de la Mama Grande. Bien muerto, es lo que quería decir Trump. Ya no causará más daño. Ya veré qué hago para llevarle la libertad al pueblo de Cuba. Algo se me ocurrirá.

Peña Nieto reconoce que Fidel también fue un amigo de México. Debería haber dicho que fue en México donde Fidel armó la expedición del Granma que terminaría dando al traste con Fulgencio Batista. Dijo que fue un hombre solidario y respetuoso.

Timochenko se limitó a responder con una elocuencia muy paisa, fue “uno de los grandes hombres de América”. Como Santos, tendría que aceptar que Fidel contribuyó al proyecto de paz, renegando de la lucha armada. ¿Cuándo Timochenko cayó en cuenta que la lucha armado no es el camino? ¿Cuándo las Farc encontraron el camino?

Hemos llegado al final. Lo que Fidel hizo, lo que deja, para mal o para bien, es parte de la historia. Un hombre que desde una isla en el Caribe se levantó e irradió un gran movimiento de repercusión mundial. Un hombre al que se le contabilizan 564 atentados, a todos los cuales sobrevivió. Un hombre que resistió el bloqueo norteamericano y la quiebra soviética. Un dictador, como dice Trump. Pero un Dictador al que nunca, nadie en casi sesenta años, tumbó, teniendo a medio mundo de enemigo. Nadie negará que es una gracia histórica de muy pocos.

Ahora que hemos finalmente llegado al momento en que Fidel es memoria, y solo memoria, el umbral donde, a pesar de haber estado muerto políticamente los últimos diez años,  comienza el poscastrismo. ¿Quién lo seguiría hoy? Si la misma Cuba ya ha iniciado la desfidelización del régimen, quién y en dónde volvería alguien a embarcarse en un Granma para ir a una Sierra Maestra y terminar gobernando en La Habana. Si no fue el último de los comunistas, dónde diablos está el último. 

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