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Alberto Rodríguez

Gajes de la democracia

Gajes de la democracia

Lo que ocurre en Venezuela a una semana de las elecciones de Asamblea Nacional, es una ironía, la peor. El régimen chavista subió al poder por la vía electoral, se respetó su triunfo en las urnas, tomó el poder, coparon los cargos, tuvieron el control de la economía e hicieron una constitución. Un juego democrático "perfecto". Lo irónico es que la democracia bolivariana tenga hoy que confesar que no estando segura de su triunfo el seis de diciembre, no reconocerá el de la oposición y como respuesta se lanzará a la calle a defender la revolución. La democracia en su mueca más procaz siempre envuelve una dictadura. El poder no está sujeto al juego democrático.

Para el homo nicolas, de la especie cubanus revolutionatis, el poder es de la revolución, y contra la revolución no va nada. La revolución es un supuesto histórico que está por encima de la construcción democrática, desde los griegos a nosotros. Un algoritmo político de la más pura estirpe corporativa, bajo el cual se ha amparado el franquismo, el nazismo, fascismo italiano, el revolucionarismo institucional en México, el stalinismo, el pinochetismo, la revolución cultural china. Siempre habrá algo por encima de la democracia, el proyecto de los gobernantes iluminados. Se toman el poder porque las convenciones democráticas abren posibilidades a los sectores sociales, pero cuando las mismas convenciones se prestan para desalojarlos del aparato de estado, tras una década maldita para Venezuela, entonces desconocen la democracia y amenzan salir a las calles, como horda, a defender la revolución. Algo que en Venezuela fracasó. Se probó al mundo, que la suma de errores del poder chavista, hizo inviable el modelo. Si subieron lectoralmente no podían haber gobernado como si se hubieran tomado el poder por la fuerza.

Durante toda la semana, en los medios, se ha especulado sobre los escenarios posible, el domingo mismo cuando debemos conocer los resultados. Van mis vaticinios. Nicolasito gana las elecciones. Las encuestas, los vaticinios, la prospectiva, las apuestas, los diagnósticos, todos fracasan. Y los observadores internacionales informan que todo se ha hecho en total transparencia y legalidad.

Nicolasito pierde las elecciones. Se confirman las encuestas, los vaticinios, la prospectiva, las apuestas y los diagnósticos. La OEA dice que Venezuela debe aclarar la situación de crisis electoral. Los observadores no atinan a dar un parte de confianza. La oposición dice que les robaron las elecciones. El gobierno responde con un decreto mediante el cual cierra la Asamblea Nacional, declara que un golpe viene en camino. Nicolasito aparecerá como el bufón supremo de la revolución, con su jubón rojo, diciendo que el gobierno legítimamnete constituido está en la obligación de defender la institucionalidad de una conspiración internacional de la derecha. Un sabor ocre producirán las noticias que lleguen de Venezuela.

La versión histérica: Nicolasito a la cabeza, como lo ha vaticinado, de sus huestes, se lanza a la calle. ¿A qué? ¿Contra todo el pueblo que no está en sus filas? ¿Contra los establecimientos? ¿Contra los políticos de oposición? ¿Contra la Asamblea Nacional? ¿Contra las embajadas? ¿Ante quién van a defender la revolución? O lo harán asesinando políticos, como asesinaron hace dos semanas, a Luis Manuel Días, Secretario regional de Acción Democrática. Lo que está de por medio, es el modus vivendi de una casta atornillada al poder, de estirpe militar, que hizo de la corrupción su estilo de gobernar. 

Ojalá pierdan los chavistas, merecen perder, y ojalá se lancen a las calles, ojalá salgan enardecidos, alucinados a defender un proyecto que ellos mismos pervirtieron, desgastaron, y ayudaron a que se quedara sin oxigeno ni credibilidad. Nicolasito, igual a cualquier coronel golpista en un país centroafricano, cuando pierde  las elecciones. No quisiera imaginar que alienten al paramilitarismo bolivariano a salir con machetes a cortar cabezas.

Hagan lo que hagan, el mundo va a conocer lo que es ser un mal perdedor. Tramposos, revanchistas, resentidos, incapaces de respetar las reglas del juego, incapaces de respetar su propia constitución. Actuando igual que todos a los que el chavismo reventó y desencuevó para señalarlos, encerrarlos, juzgarlos y expropiarlos.  

Si la revolución bolivariana pierda las elecciones el próximo domingo, así clausure la Asamblea Nacional, y salga  las calles a defender la revolución, habrá perdido el último grado de legitimidad que le quedaba al engendro dictatorial que se reclama heredero de Bolívar.

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