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Alberto Rodríguez

Selfie

Selfie

Hasta hace algunos años las personas usaban su cámara para registrar eventos compartidos, fiestas, eventos, paseos, vacaciones. Con la celularización del mundo y el auge de las redes sociales, ahora la foto es un registro narcisista, captado con un teléfono fotográfico, que sirve para autorecrearse con la propia imagen, y recrear a otros. Con un clic se monta en Facebook, Twitter, Instagram, Flickr o Snapchat. 

 A la manía del autorretrato ya se le tiene un nombre: selfie. La masturbación gráfica en cadena, la autocomplacencia voluptuosa del rostro y la sonrisa. Un estudio del Centro de Investigación Pew, en Estados Unidos, reveló que el 91 por ciento de los adolescentes publican fotos de sí mismos en sus cuentas, un 12 por ciento más que en 2006. Otros estudios han mostrado que el 80 por ciento del material que circula en redes sociales se refiere al ‘yo’.

Los selfies son fotografías que le dan valor representativo al que las toma, administra su imagen con fines de ingenuo o deliberado exhibicionismo. Justin Bieber o Lady Gaga muestran su lado menos íntimo en imágenes Instagram o Twitter. Una doble función cumple la estampa narcisista, vender una imagen a alguien en particular de manera pública, o vender una imagen a todos. Una promoción egocéntrica, en la que ya no importa la belleza sino la espontaneidad. Hasta los más feos y las más feas, ahora no tienen pudor de sí mismos, y aceptan mostrar su exterior, honrados de ser lo que son.

 Los buenos padres, por su parte, temen que las imágenes de sus hijos terminen en un sitio porno, en el gabinete de un pedófilo, en un montaje público o en una cadena de matrimonios virtuales. Temores cada vez más confirmados.

 Para la mayoría, los selfies son autoexpresión, es decir, libertad. Una puesta en escena de sí mismo. En muchos casos una mala puesta, malas fotos. Nunca la calidad de la foto será la misma, que cuando la toma otro, es decir cuando el sujeto de la foto no es su propio punto de vista. Los usuarios de red tienen una identidad activa y otra pasiva. Con la primera dominan la publicación, con la pasiva no puede controlar lo que los demás publiquen sobre uno.

 Los selfies son producciones a la vez activas y pasivas. ¿Un peligro? ¿Qué no lo sería? Ofrecer al mercado de la imagen una galería de fotos de sí mismo en FB, por ejemplo, es una forma de socialización con riesgo, una especie de galería de pornografía del gesto. Al revés, de lo que creían los africanos de algunas tribus, que las fotos les robaban el alma, los chicos y las chicas que practican la inocente y pervertida costumbre de exhibirse, lo que quieren es robarle el alma a otros.

 

 

 

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