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Alberto Rodríguez

El peligro público

El peligro público

Uribito – sombrero de leñador con pluma - es lo más parecido al anti Robin Hood, que robaba a los ricos para darle a los pobres, por eso es un peligro. Así que si la Fiscal General se pregunta si Uribito es un peligro para la sociedad, yo diría más, cualquier miembro de la banda uribista que todavía ande suelto, es un peligro para la sociedad. El solo hecho, de que en sus cabezas esté enquistado el proyecto de una nueva conjura, para devolver a Monseñor el poder, los hace peligrosísimos. Una especie acorralada de alacranes voladores.
María Isabel Rueda en su columna de hoy en El Tiempo, dice que las Cortes efectivamente están sesgadas en el caso Uribito, las acusa de no obrar en derecho, pero reconoce que es por culpa de Monseñor Uribe, que las mandó a chuzar, a seguir y porque contra algunos de sus miembros conspiró, y hasta dice uno de ellos, lo mandó a matar. Un cuadro constitucional perfecto, para que el proceso de Uribito se presente como una vendeta.
Que Uribito haya repartido la platica de los agricultores pobres a los agricultores ricos, para tenerlos contentos y pagarles favores, no fue una excepción del régimen, todos los uribistas en el poder pagaron favores, tal cual se había convenido. Dividieron el Estado en carruseles, para tener asegurada la lealtad de los inversionistas. Todos lo hicieron, y para completar chuzaron a los opositores y a las Cortes. Todos son un auténtico peligro: Moreno, Sabas, Palacios, José Obdulio, Del Castillo, Restrepo, Hurtado, Narváez. Todos deberían estar tras las rejas, por el delito de conspiración.
Uribito – precedido por Noguera y Aranguren en la cárcel – es el tercer pez gordo en caer (Aunque hoy al abrir el periódico del domingo me entero en primera plana de El País, que anoche cayó Moreno).
Uribito, no obstante, es el más estereotipado engendro uribista, de los que han caído hasta hoy, tiene el mismo talante campechano, la suficiencia amanerada, la misma falsa humildad, la misma ambición, la arrogancia paisa, la ramplonería política de su jefe, el modelo Uribe. Cualquier Corte en cualquier parte del mundo, con las pruebas acopiadas, con los testigos y las declaraciones disponibles, tendría que condenar a Uribito. Debería haber sido aprendido hace más de un año, pero la justicia que es lenta, apenas ahora lo ha sentado en el sitio de los acusados, después de haber encausado a toda la pandilla de chicos malos del Ministerio de Agricultura.
Si el robo que denunciaron en el apartamento de Uribito, y las amenazas que su familia ha recibido, son ciertas - y no una estrategia de victimización con la que se buscaría crear una imagen mediática favorable al uribismo – resultan acciones condenables. Porque no se puede hacer con las familias de los imputados, lo mismo que el uribismo hizo a Hollman Morris, a Daniel Coronel y a Alfredo Molano.

1 comentario

JUAN CARLOS -

buena columna