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Alberto Rodríguez

El médico asesino

El médico asesino

Una pregunta obligada: ¿Por qué las potencias invaden a Libia y no a Siria? Ambos son estados genocidas. Ambos atentan contra su propio pueblo. Ambos países son gobernados por déspotas absolutos, en un régimen de partido único. Ambos han puesto un agregado religioso a su doctrina de estado y se han enriquecido con recursos públicos. Ambos han sido armados por Occidente. Ambos representan la negación radical del modelo de la democracia occidental. Ambos representan una tribu. Ambos tienen hundidos a sus pueblos en la pobreza, la ignorancia y la servidumbre. Hasta aquí algunas de las cosas que los muestran odiosamente semejantes y que justificarían que la Otan estuviese disparando sobre Damasco y Trípoli, por igual.

La razón por la cual las potencias practican un doble estándar respecto a los dos países, no tiene que ver en absoluto con motivos humanitarios, tiene que ver con los riesgos estratégicos de la intervención. Damasco es un aliado de Irán, es vecino de Irak y de Turquía. Está en una línea del frente islámico que le da al conflicto un carácter geoestratégico distinto. Libia tiene petróleo, pero no representa ninguna línea de fuerza internacional, que implique en el conflicto a terceros países. Sus vecinos: Mubarak fue depuesto de la presidencia este año, Túnez también dio al traste con el reyezuelo que tenía sentado en el trono civil, y en otro, las cosas están relativamente controladas. Damasco tiene las manos metidas en la política y el juego de fuerzas en el Líbano, que tiene fronteras muy sensibles con Israel. Libia es una especie de isla en el desierto, que puede ser bombardeada por la Otán, sin que tal cosa implique una escalada por la participación de otros países. En cambio, tocar a Siria, es como jalar una cuerda de la que penden muchas otras, sobre las que se sostiene el precario equilibrio geopolítico de la región. Al punto que ni USA, ni Rusia, ni China han hecho gestos que insinúen una posible intervención. Aún a pesar de que en las revueltas iniciadas en abril, hayan muerto más de 1.400 personas. Las autoridades de Damasco dicen que durante el mismo periodo han muerto 500 miembros de las fuerzas de seguridad y calcula que se ha practicado la detención de al menos 10.000 personas. Un número que fácilmente se doblaría.

El argumento de motivos humanitarios es una fruslería, una mentira diplomática, que encubre el interés petrolero y el relativo bajo riesgo estratégico de bombardear a Trípoli. Una burla para con los pueblos, una falta de respeto internacional, falta llana de humanidad, que jamás han tenido. En Siria hay demasiados riesgos, que a los demócratas occidentales, les pasma sus “motivos humanitarios”.

El viejo perro del desierto muerde menos que el gigantón de Bashar Al Assad.

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