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Alberto Rodríguez

Cuba, castillo de la pureza

Cuba, castillo de la pureza

Bloguero cubano

Los ubúes Castro y desde luego todos sus funcionarios y sus achichincles, más sus fans y propagandistas del exterior, claman siempre contra el bloqueo que les inflige el monstruo capitalista (y que en realidad no es más que el embargo cada vez menos real que mantiene el gobierno estaounidense), pero nada dicen del bloqueo interior que ellos imponen a los cubanos para que no se contaminen de asuntos exóticos y para que Cuba, así preservada de la corruptora historia inmediata, siga siendo el castillo de la pureza castrista. De esto habla hoy (24 de septiembre de 2010) Yoani Sánchez en su blog Generación Y: El radio que me regalaron por mi último cumpleaños dormita –lleno de polvo– sobre un librero. Para qué encenderlo si apenas puedo escuchar algo. Ni siquiera las emisoras nacionales se oyen bien en esta zona llena de altos ministerios y de antenas que se usan para obstruir las transmisiones de onda corta que entran al país. Yo, con la ilusión de poder escuchar la Deutsche Welle para mantener vivo el idioma alemán y la bocina lanzando un zumbido en lugar del esperado “GutenTag”.

En medio de una verdadera guerra de frecuencias radiales vivimos sobre esta Isla. Por un lado, la emisora llamada Radio Martí que se trasmite desde Estados Unidos, prohibida pero sumamente popular entre mis compatriotas y, por el otro, los zumbidos que se utilizan para silenciarla. A los aparatos receptores que se venden en las tiendas oficiales les extraen el módulo que permite oír las emisiones extranjeras y la policía tiene práctica en detectar en las azoteas los artilugios que ayuden a captar mejor esas señales.

Pero en el interior de las casas la gente busca el lugar, ya sea en una esquina, cerca de una ventana o pegado al techo, donde el radio logra dejar a un lado el pitido de las insoportables interferencias. Es común ver a alguien tendido en el piso mientras localiza el punto exacto en el que la programación local queda opacada por esa otra que nos llega desde afuera. No importa lo que estén trasmitiendo al otro lado, no importa siquiera si es un aburrido programa musical, un noticiario en inglés o el parte meteorológico de otra zona del mundo. Lo que resulta un bálsamo para los oídos es que suena diferente, que se aparta de esa mezcla de consignas y prosa sin libertad que trasmite cada día la radio cubana.

 El radio que me regalaron por mi último cumpleaños dormita –lleno de polvo– sobre un librero. Para qué encenderlo si apenas puedo escuchar algo. Ni siquiera las emisoras nacionales se oyen bien en esta zona llena de altos ministerios y de antenas que se usan para obstruir las transmisiones de onda corta que entran al país. Yo, con la ilusión de poder escuchar la Deutsche Welle para mantener vivo el idioma alemán y la bocina lanzando un zumbido en lugar del esperado “GutenTag”.

En medio de una verdadera guerra de frecuencias radiales vivimos sobre esta Isla. Por un lado, la emisora llamada Radio Martí que se trasmite desde Estados Unidos, prohibida pero sumamente popular entre mis compatriotas y, por el otro, los zumbidos que se utilizan para silenciarla. A los aparatos receptores que se venden en las tiendas oficiales les extraen el módulo que permite oír las emisiones extranjeras y la policía tiene práctica en detectar en las azoteas los artilugios que ayuden a captar mejor esas señales.

Pero en el interior de las casas la gente busca el lugar, ya sea en una esquina, cerca de una ventana o pegado al techo, donde el radio logra dejar a un lado el pitido de las insoportables interferencias. Es común ver a alguien tendido en el piso mientras localiza el punto exacto en el que la programación local queda opacada por esa otra que nos llega desde afuera. No importa lo que estén trasmitiendo al otro lado, no importa siquiera si es un aburrido programa musical, un noticiario en inglés o el parte meteorológico de otra zona del mundo. Lo que resulta un bálsamo para los oídos es que suena diferente, que se aparta de esa mezcla de consignas y prosa sin libertad que trasmite cada día la radio cubana.

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