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Alberto Rodríguez

“Yo soy así y a veces peor”

“Yo soy así y a veces peor”

54 años, papada arzobispal, venerable calvicie, camisa blanca de manga larga, tirantes negros, sus manos levantadas y abiertas en un gesto de desprevenida inocencia. Cubre su barriga pontificia con unos calzones negros de paño ministerial que le llegan más arriba del ombligo. Los labios echados hacia abajo, el rictus burlón del cínico ilustrado. Si uno llegara a ver esta foto publicada en un diario, sin el pie de página, diría que es el Don “apacible” del clan calabrés, en su sillón favorito, en una habitación en su casa de New York.

El historial de Alejandro Ordóñez Maldonado, Procurador electo de Colombia, tiene dos versiones. La de sus amigos, aliados políticos y sus amangüalados de ocasión. Es un juez de carrera, intrínsecamente conservador, santandereano, católico racional, es decir, solo fanático de la ley. Profesor de Filosofía del derecho e Historia de la Filosofía. Tiene un registro de pulcras sentencias en su hoja de vida. Su mayor pecado fue no haber sido elegido a un escaño en el Congreso. Un pecado del que se redime siendo el candidato postulado del Consejo de Estado al cargo.

La otra versión, la de sus enemigos políticos, liberales y de izquierda: es un juez de carrera. Conservador, santandereano y católico rezandero, de escapulario y rosario. Podría ser un buen miembro del Opus Dei, si no fuera santandereano. Representa – en opinión de Carlos Gaviria – lo más agresivamente peligroso para la cultura política del país: el fanatismo premoderno. Profesor autoritario. Miembro del clan secreto de Fahrenheit 451. Anti-homosexual, anti-aborto, anti-eutanasia, anti-dosis personal. Su mayor pecado: la “segunda naturaleza de ponderación” de la que se jacta en su condición de juez de carrera, no le asegura, ni a él ni a nadie, la independencia de carácter jurídico. Los hombres no solamente son peligrosos cuando se levantan en armas, también lo son pensando. Nada lo redime. Y menos que haya sido el candidato tapado de Monseñor Uribe Vélez. El pecado político que terminó dividiendo al Polo.

Siempre se ha sostenido que la Procuraduría debe estar en manos del partido contrario al de gobierno, así que no se sabe con qué casuística se ha considerado al fenecido partido conservador, contrario, cuando ha sido el principal soporte de Monseñor Uribe. El mono Holguín Sardi hizo con el azul de Caro y el rojo desteñido del disidente Uribe, un partido morado, el color del uribismo, que se ha entregado, hincado, como lugarteniente, portavoz, cómplice, aliado y escolta jurídico a Monseñor, durante sus siete años de inmisericorde gobierno.

Tres eran los candidatos al cargo. El tapado de Monseñor Uribe Vélez – Ordóñez – apoyado por todas las bancadas cómplices, la horda leguleya de sus aliados, que se hicieron valer en una votación aplastante. El candidato de la Corte Suprema y de Pastrana – Camilo Gómez – que obtuvo un voto. Menos generoso –sin duda - que Ordóñez en su campaña. El tercero era el candidato oficial de Monseñor, un erudito costeño que responde preguntas por la radio y por el que nadie quiso dar un voto.         

 

Pierde el candidato del Presidente y se le da la Procuraduría al más lambón, entregado y sumiso de los partidos uribistas. Como dirían los viejos, manes de la democracia.

 

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