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Alberto Rodríguez

Lo que hay del 4-F al 6-M

Lo que hay del 4-F al 6-M

La sola condena a la marcha del 6 de marzo hecha por el Montecinos del régimen (el primo de Pablo Escobar que trabaja en Palacio como ideólogo de la seguridad democrática) y por ese cuervo de mal agüero, ladrón y vituperante de Fernando Londoño, es una razón adicional para salir a caminar contra el paramilitarismo y los crímenes de Estado. Sirva o no al propósito de reparar a las víctimas, que debería ser la consigna central de la movilización.

Ambas marchas, la del 4 de Febrero y la del 6 de Marzo, han terminado por convertirse en reveladoras demostraciones de la posición política real del Gobierno y la sociedad civil. El argumento gobiernista que repiten los idiotas adeptos, si es que se le puede llamar argumento, es que no marchan porque es una marcha organizada por las FARC, para desquitarse de la que se hizo contra ellas.

 

Tan miserable pero tan revelador el “argumento”, aunque comprensible. ¿Qué presentación tendría una marcha encabezada por Monseñor Uribe Valezque, seguido de ese díacono aprovechado del Uribito, el Mono Holguín, el primo de Pablo Escobar y esa especie de jesuita mutante que es Londoño Hoyos, contra sus socios parapolíticos, veinte de ellos tras las rejas y otros veinte investigados?

 

En la sociedad civil dividida, también se revela esa doble moral uribista que se le ha atravesado como rapto de popularidad al alma de las mayorías. No hay explicación plausible para no participar en la marcha del seis, como tampoco la hubo en la del cuatro – salvo que se repita el argumento del gobierno –, que seguramente será el de los que se abstengan. Valga en sentido contrario, recordar que sería tan estúpido no participar, cómo lo fue no participar en la anterior, con el “argumento” de que era organizada por el gobierno.

Ambos casos revelan una tontería pedante que supone que la sociedad civil es completamente imbécil, manipulable y por tanto sin ninguna autonomía para moverse en una u otra dirección y con el riesgo que todos corremos, el de equivocarnos. Quienes así piensan son las aves negras de la perdición: sin remedio definitivo. Los abstencionistas de ambas marchas, seguramente muchos más en la segunda, deberían explicar cómo es que para ellos hay violaciones a los derechos humanos de segunda y primera categoría, víctimas de primera y segunda, secuestrados de primera y segunda. Que unos merezcan la participación y otros el silencio.

¿Qué diferencia hay entre un secuestrado por las FARC y un secuestrado del paramilitarismo? ¿Qué diferencia hay entre las víctimas de la violencia de Estado, de las FARC y de las AUC? ¿No es acaso la vida, en últimas, el respeto completo a los derechos de todos los ciudadanos, lo que nos debería animar a marchar cuando quien convoca es la sociedad civil? Por sentido de respeto, no dejemos de reconocer que la sociedad civil es un actor.

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