Blogia
Alberto Rodríguez

El consenso de las camisetas blancas

El consenso de las camisetas blancas   Confesión de verdad de los jefes paramilitares, trece congresistas en la cárcel, reclamación de los familiares de las víctimas, alarma internacional en los organismos de protección de los derechos humanos, el proceso por la paramilitarización del Das uribista, 54 militares comprometidos en procesos criminales y la presión de los sindicatos demócratas de los Estados Unidos. Si se hubiera tratado de una cortina para tapar el escándalo del para Estado, el asesinato de los once diputados tendría la categoría de telón. “¿Qué haría Uribe sin las FARC?” pregunta Ramiro Bejarano.     Alfredo Molano en su columna del Espectador, del ocho, afirma que la marcha nacional del cinco de julio, es la movilización ciudadana masiva de mayor importancia desde las del 10 de mayo de 1957, cuando tumbamos a Rojas Pinilla. Pero precisamente por masiva no fue una marcha unánime. Al menos tan unitaria como hubiera querido el gobierno. En Cali, Carolina Charry, hija adolescente de uno de los diputados asesinados, dijo que la muerte de su padre era de responsabilidad de las FARC y el Gobierno. Y por haberse salido del libreto uribista, el Ministro del Interior se vio en la no penosa obligación de fulminarla públicamente en su opinión. Las marchas, porque eran varias, clamaron contra el secuestro, contra las FARC asesinas, por el cese de la violencia, por el intercambio humanitario, por la devolución de los cadáveres, en contra del despeje y a favor del mismo. Molano se queja de no haber visto una sola pancarta contra el paramilitarismo, pidiendo la devolución de los miles de cadáveres de secuestrados que debe a las familias. Pero qué extrañar, si es que la marcha era contra las FARC. Esa, querido Molano, era la columna del libreto. En lo único en lo que todos, los que marcharon, están de acuerdo es en la camiseta blanca.  En el inacabable listado de canalladas contra la sociedad civil, el ajusticiamiento de secuestrados es la más delirante, obtusa y estúpida de las cometidas por las FARC. Es estúpida, entre otras cosas, porque no da a ganar. Escupieron sobre ellos mismos. Es tan estúpida que siembra dudas acerca del origen de la orden. Aunque si la dio el Secretariado, o la adoptó inconsultamente uno de los frentes, o si se trató de un procedimiento previamente establecido para situación de hostigamiento, no cambia en nada el argumento, fue una estupidez de lesa humanidad. Las FARC no van a devolver los cadáveres. No irán a un intercambio humanitario sin despeje, con despeje podría ser que tampoco hubiera intercambio, en ningún caso procederán al intercambio sin garantías y ventajas. Uribe no va despejar. No va a dar garantías. El intercambio no exige el despeje. Oblíguenme a no despejar, le pidió al país durante la marcha. Lo de Santa Fe de Ralito no fue un despeje, ¿cómo se les ocurre? Fue un bello experimento de paz, en el que los paramilitares desmovilizados pudieron hacer – con acompañamiento del Alto Comisionado, de la Justicia y de la OEA - lo mismo que los guerrilleros hicieron durante el despeje en el Caguán.

0 comentarios