Blogia
Alberto Rodríguez

“El mal nace de la libertad”

“El mal nace de la libertad”

Un ex carmelita descalzo, que permaneció 21 años en celibato y que asegura que es posible “hablar” con los seres queridos que han muerto, concedió unas explosivas declaraciones el domingo tres de julio a El Tiempo – pag 10 – en la que niega la existencia del diablo. No se aclara si es por la falta de fe o de información.

En materias tan delicadas, yo siempre me encomiendo a Don Nicolás Gómez Dávila, quien aconsejaba sabiamente: “Nada más peligroso para la fe  que frecuentar a los creyentes”. Así que decir que la jerarquía católica se ha inventado al diablo, podría llegar a intuirse tanto como que también se hubieran inventado a dios. Hasta donde se sabía, el uno y el otro, eran las caras de una misma moneda: el bien y el mal. Juan Pablo II, alma bendita, ya nos había hecho saber que el diablo es un entidad simbólica del mal, más que un ser. Aun así, no alcanzo a imaginar hasta dónde han avanzado las ciencias teológicas, desde su deceso hasta hoy.

Don Gonzalo Gallo, sin que se le mueva un pelo, dice para la prensa: “El diablo es un invento humano, nunca ha existido”. Con lo que incurre en una falacia de principio, negar su existencia, por el hecho de ser un invento, como si los inventos no existieran. Es justamente eso, ser un invento humano, lo que le da el poder a su existencia. No importa si existe en el sótano, en el camino, en el zarzo, en el corazón, en el infierno, la mente, los cojones, en el estómago, o en todo. Al contrario de lo que él cree, si no se lo hubieran inventado, no existiría. ¿Cómo? Y si no existiera, habría que inventarlo.

Don Gonzalo se ha quedado sin religión, no está en ninguna, le dice al periodista. Al menos en eso es consecuente, si el demonio no existe para qué una religión. Es un hombre libre que ha dejado de creer en el demonio. Aún así está dedicado a la oración, una oración en la que se le dice a Dios: “sé que me cuidas”. Y va uno a ver, y es cierto, necesita que alguien cuide de él.

El periodista no se quedó sin hacer la pregunta elemental, la más dialéctica: ¿Y si no hay diablo existe Dios? Y Don Gonzalo, enfáticamente, con vehemente exclamación responde: ¡Por supuesto! ¿Por supuesto no, o por supuesto  sí? Y aunque no lo explica, de su argumento posterior se infiere que la otra cara del mal no es el bien, sino la libertad, porque Dios no tiene dos caras, es un absoluto último sin dualidad. Lo único que no ha sido creado por él, es el mal, ese se le debe a la libertad, la de los esclavos, la de los siervos, la de la revolución francesa, la de la revolución anticolonial de los pueblos de América, la libertad de hacer, de pensar, de soñar, de creer. He ahí la contrapartida del mal.

Con el demonio seríamos libres, lo cual conduce a una idea bastante servil de la relación de los hombres con Dios. Aunque tal vez, esa sea por la que aboga Don Gonzalo en su oración. ¿Qué tal que hubiera leído a Nietzsche? Ahora estaría citándolo para demostrar su razón: “¿Para qué la libertad sino podemos hacer el mal?”.  

 

1 comentario

Silvia -

1º- ¿Ex-carmelita) Carmelito.
2º- El celibato debe haberle producido alguna especie de embolia...
3º- Es comprensible pobre... hay q estar 21 años al divino botón y encima en patas.