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Alberto Rodríguez

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El mérito criminal de Honesto Samper consistió en no haber dejado de hacer nada, literalmente nada, de lo que tenía que hacer, para quedarse y evitar que lo tumbaran, y lo encerraran. Una inteligencia criminal que también puso a pensar al país. Faltaba más que solo López hubiera sido el único. El mérito de tener tripas en vez de escrúpulos. Medios en vez de fines. Apetitos en vez de principios. Que se salió con la suya, decía mi madre. Si mamá, se salió con la suya, le decía yo.

Si hubiera justicia, Honesto Samper y Horacio Sarpa deberían estar pagando cárcel, por una ristra de delitos que los emparenta con los Nixon. Todos los delitos incursos en la conspiración para tomarse el poder, con los dineros sucios, y la consigna de que había llegado “el tiempo de esa gente”.

Con las declaraciones del Señor Rasguño, scarface criollo de la peor especie, ex patrón de la mafia norteña, se volvió a poner en la mesa, el eslabón perdido de la conspiración, el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado. Rasguño ha puesto a pensar al país, incluyendo a Samper. Si Samper hubiera hecho el guiño para que mataran a Gómez, entre agentes policiacos del Estado y gatilleros del cartel norteño, habría hecho lo que tenía que hacer. Cortarle la cabeza al único proyecto de conspiración que hubiera podido golpearlo. En su última declaración en la TV, Gómez dijo: es urgente remover el régimen, pero no veo quien pueda hacerlo. No era una falsa pista de político, era verdad.

Así que la muerte de Gómez, fue más el resultado de una acción preventiva, que de una amenaza inminente. El crimen de Estado, le habría dicho cualquier asesor al Presidente, podría devolvérsele, como se le devolvió a Somoza el crimen de Estado de Chamorro. Pero aún así se consumó.

El proceso ha sido magistralmente dilatado, convenientemente manipulado, intervenido, para que se entretenga en falsos culpables, en pistas desviadas, en filtraciones, en errores procesales. Samper todavía aparece en Cromos, va a fiestas, diserta en universidades, tiene Fundación, escribe libros y es amigo de Samuel. Nunca se le probó nada, porque hasta la “prueba reina” prefirió alejarse de él, o él de ella.

La tesis de Honesto, es que sí había una conspiración y que Gómez era parte de ella. Pero alcanzó a sopesar el costo desinstitucionalizador de un golpe, recapacitó, y renunció, por lo que los otros miembros de la conspiración, lo mandaron a matar por traidor.

    La justicia más ciega que coja, más coja que un granuja, no ha llegado, no llega. En el caso Galán, fue necesario que se declarara el delito, de lesa humanidad, para que el vencimiento de términos, no pusiera fin al proceso. A Rasguño no se le puede creer, porque es un mafioso, a Ignacio Londoño, el intermediario eficiente entre Samper y el cartel, hoy se le preguntó en una diligencia de indagación, qué sabía de lo de Gómez, quince años después de los hechos, y él dijo: yo no sé nada. Luego desestimó las declaraciones de Rasguño.

Honesto, todos los siete de agosto, sin faltar, va al monumento a los héroes de la impunidad, a dejar un ramo de rosas, no muy lejos de donde alguna vez hizo enterrar clandestinamente un elefante.  

 

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