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Alberto Rodríguez

¿Dónde están los lectores? o la lectura como causa

¿Dónde están los lectores? o la lectura como causa

En septiembre de 1848, año que en Europa ocurre la primera revolución proletaria de la historia, el periódico El Costarricense editorializaba. “No hai en Costa Rica bibliotecas, libreros i escritores”. Hoy hay nueve bibliotecas municipales en San José dirigidas por El Departamento de Servicios Culturales. Hay libreros. Entre ellos los de la Librería Internacional y hay muchos escritores. A juzgar por la cantidad de títulos de autores locales sacados a la Feria del Libro 2008, en  ediciones modestas, promovidas por ellos mismos. Narrativa, poesía, ensayo y estudios sociales. La pregunta 160 años después: ¿dónde están los lectores?

En septiembre de 1856 se abrió la primera librería en San José, la de Carranza & Cauty, El Álbum. Hasta bien entrado el siglo XIX la mayoría de libros que circulaban en Costa Rica eran salterios, breviarios, catecismos y novenas. La librería abre la oferta a una lectura extensiva, ofrece algo más que literatura religiosa, que imponía una lectura intensiva. Nació pegada de una papelería, como todavía ocurre con muchas librerías en el país. En Limón, por ejemplo, El Ancla, vende libros de texto y de autoayuda. A Limón no han llegado todavía los clásicos de la ilustración.      

Carranza el codueño de El Álbum, en 1830 importó la primera imprenta El índice de analfabetismo con seguridad estaría por encima del 95%. Se imprimía información escrita para un círculo social muy modesto, una clase culta a la que su alfabetismo le permitiera acceder a un periódico o a unos libros seglares. Tres cientos años después de que en México se abriera la primera imprenta en América, en San José se imprimió el primer periódico, libros de texto  y naturalmente otros catecismos y otras novenas.

El tamaño de El Álbum era de 423 títulos por 720 volúmenes. Interesa decir que la tercera parte de los volúmenes eran literatura. En una época en la que se marcaba maliciosamente la distinción entre los libros de formación – filosofía, teología, derecho, medicina, historia – y los de distracción, la literatura Ya entonces estaban en Costa Rica, las Mil y una noches, Walter Scott, Lord Byron, Dumas, Chateaubriand  y Polidori. Carranza & Cauty se habían convertido también en importadores. La otra tercera parte de los libros  eran de formación. Era evidente, que ya por entonces la librería había comenzado a competirle a la biblioteca de la Universidad de Santo Tomás, la más grande del país. Había ampliado su catálogo de libros formativos a autores que para los cánones tomasinos eran inadmisibles. Y el último tercio de la oferta de la librería, la que más se movía, eran breviarios y guías de las horas, títulos como: Manual de desagraviar a Cristo, Coloquios con Jesucristo y Finezas de María.  

 

 

 

 

 

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