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Alberto Rodríguez

¿Si usted comprando un voto, pudiera evitar que se vendiera un voto, lo haría?

¿Si usted comprando un voto, pudiera evitar que se vendiera un voto, lo haría?

                  Aunque parezca que la cantidad no cuenta, cuenta, a pesar de tratarse de una pregunta de principio. Si la pregunta se hubiera hecho así, y no de 50.000 a 50 votos, el candidato lo habría pensado. Por un voto no vale la pena ensuciarse. Pero si le dicen 50.000, interpreta sin mayor reflexión que es un mal mayor, como en efecto lo pensó. Y la compulsión de librar a la ciudad de un mal mayor, lo lleva a decir sí, sin dudarlo. Las trampas de la cantidad también surten en la ética.            

      ¿Una equivocación reveladora? Peñalosa contragolpea, diciendo que no cabe la equivocación, puesto que es una pregunta de principio. Uno se equivoca en un cálculo, en una suma, al recordar un nombre, marcando un número, pero no se puede equivocar éticamente. Moreno se equivocó, pero sólo lo advirtió cuando terminó el programa y habló con sus asesores. Así que lo que hizo al día siguiente, fue aceptar que se había equivocado éticamente, lo que parecería no reducir el riesgo, aún tratándose de una situación hipotética.  

                Fue una equivocación la respuesta, no la pregunta. No podría serlo. ¿O es que un candidato no admite dilemas? ¿O es que un candidato no admite hipótesis problemáticas? Por el contrario, es una pregunta interesante, porque obliga a pensar. Y eso hace falta, en particular a los candidatos. Si la pregunta hubiera sido interpretada como un dilema, el candidato Rojas se hubiera negado - aún en situación hipotética - a responder afirmativamente, para vadear inteligentemente la situación a que conlleva una afirmación. Rojas no tuvo tiempo de dudar, por lo que adoptó la rápida alternativa de elegir un delito para contra restar otro. No habría habido escándalo y la respuesta le hubiera dado un rango moral que le hubiera caído muy bien en la última semana de campaña.  

               

                Se necesita ser oblicuo para responsabilizar a la pregunta por la respuesta. Mockus no solamente no se equivocó, sino que acertó al poner a prueba la inteligencia del candidato. Pero a las FARC, a Anncol, y a Voz, la pregunta les pareció  de “mala leche”, propia de un “sofista”, de un “fariseo”, un retórico. Sólo por una mezcla invaluable de mala fe e ignorancia, pueden “disparar” contra Mockus, cuando el que se equivocó fue Rojas. ¿O es que Rojas no está para dilemas morales?  

               

La pregunta es dilemática, no sofística, entre otras cosas porque no hay preguntas sofísticas. Un sofisma es un argumento de verdad aparente, que como tal se enuncia como una afirmación: el agua es buena para la vida, luego ahogarse no es malo. Aquí lo único de mala leche, es la impugnación corrompida a la pregunta, que representa la históricamente peligrosa oposición al pensamiento, a la inteligencia. Se hace necesario defender una respuesta equivocada, increpando la pregunta, lo que a la postre – para hacer mucho más estúpida y obvia la maniobra política de respaldo – pone a Rojas contra las cuerdas. Porque hay dos adhesiones que en este país nadie soporta públicamente sin consecuencias adversas: la de Samper y la de las FARC. 

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